Durante toda mi vida me he enfrentado a una gran cantidad de cambios, especialmente de lugar. Algunos de ellos han sido literales saltos a distancia debido a decisiones tomadas por mí mismo, sin embargo, la base fundamental de mi necesidad de moverme de lugar tiene un origen especial.
Cumplí tres años a dos meses de haber emigrado de mi país natal. A mi corta edad, mi familia arrancó la raíz que habían plantado mis papás unos años atrás, cambiando radicalmente nuestras vidas en busca de un futuro mejor, buscando mejores oportunidades y mayor seguridad para sus hijos. Ese fue el primero de muchos otros saltos, pero no quiero perderme en detalles que no tienen relación con un sueño que tuve y quiero contarles.
Mi mamá también es parte de la ola de migración interna que viven los países, las familias se mueven en busca de nuevas oportunidades, aunque en su caso, fue más por obligación después de la muerte de mi abuelo a su cortísima edad de 1 año y medio. Su mamá y sus 4 hermanos se movieron desde las altas tierras de Manizales hasta la capital colombiana Bogotá, intentando tener una mejor vida como familia.
Mi papá murió hace poco más de un año, él fue el tercero de una familia de 6 hermanos, quienes también se enfrentaron a constantes cambios de lugar, pienso mucho en él y aunque vivimos muchísimo tiempo lejos el uno de otro, mucho más del que vivimos juntos, siempre estuve bien conectado con él, especialmente en mi vida adulta.
El otro día me senté en el sofá a preparar mentalmente mi semana y sin quererlo, caí en un profundo sueño. De pronto, mi mirada se conectó con la profundidad de esos ojazos azules de mi papá, quien me veía con ansias, como esperando que despertara.
Me dijo:
– No tenemos mucho tiempo, aunque el tiempo es relativo
– ¿Tiempo para qué? – pregunté sin tener claro qué estaba sucediendo.
– Para explicarte la figura de los 15- dijo.
No entendí nada y no tuve ni que decirlo porque de inmediato soltó una de esas carcajadas suyas, como cuando contaba una anécdota o un chiste, al final reíamos a morir sin saber si era por el chiste o por su contagiosa risa.
De repente estábamos en una montaña, mirando el infinito azul en el que se tornan los árboles cuando los vemos a distancia, entonces continuó:
– Todas nuestras bendiciones alcanzan hasta la cuarta generación, así como todos nuestros yerros los afectan a todos de una u otra forma. Tienes un papá y una mamá, quienes, a su vez, también tienen un papá y una mamá. Estos papás y mamás también tienen sus propios padres y ahora, sabrás a lo qué me refiero.
Hizo una pausa para llenar sus pulmones de aire. Yo aproveché ese espacio para pensar en lo bien que debía sentirse al respirar con tranquilidad, especialmente después de tanto esfuerzo que hizo durante los últimos meses de su vida.
– Debemos tomar conciencia de ello – siguió con su relato – tu responsabilidad es agradecer a estas personas, de las que sos parte, por cada partícula de tu cuerpo, por cada tendencia emocional, por cada gramo de inteligencia y por cada virtud que tenés – y agregó – Sos 50% polvo estelar proveniente de tu mamá y 50% de tu papá. Y ellos a su vez, son 50 y 50 de cada uno de sus padres y sus padres de los suyos, completando así, la cuarta generación.
– Pero eso no es todo – continuó – agradecer es lo más sencillo de nuestra vida, porque hacerlo es responder en positivo a una emoción. Lo más difícil es reconocer, aceptar y perdonar aquello que nos hace daño, aquello que nos hace infelices y nos impulsa hacia nuestro lado negativo, tan odiado, pero también tan necesario. Así que, lo más importante de tu interacción con tus generaciones anteriores, es el reconocimiento, la aceptación y el perdón.
De chico siempre fui bueno en matemáticas, pero con los años empecé a eliminar aptitudes innecesarias para liberar, según yo, espacio en mi cerebro que quisiera utilizar en algo más importante, así que me he vuelto torpe para sumar y restar. Aún con la presión de tiempo que tenía, ya que en este punto estaba totalmente claro que tendría que despertar pronto, quise aclarar cuánto antes esta maraña de ideas tan dispersas.
– ¡Son 14 papá! Son 14 las personas a las que debo agradecer y a esas mismas debo…- me detuve para hacer una pausa…- ¿perdonar? – completé.
Sonrió.
– Hablaste de la figura de los 15 ¿qué significa? – pregunté
– ¡vos! Vos completas la figura de los 15 – dijo, alzando sus brazos como si hubiese ganado un premio.
¡Como cuando un farol lo ilumina todo al final del camino! Al ver mi expresión de asombro, volvió a sonreír y completó sus pensamientos, esta vez parecían ser los últimos.
– Agradecer es sencillo, recordá esto siempre. Pero tené presente que agradecer también puede ser confuso, especialmente si se trata de agradecernos a nosotros mismos, puede confundirnos el ego. Pero perdonar, supone una suerte de entendimiento y de autoconocimiento tales, que se convierte en la tarea más difícil de nuestra vida.
Nuevamente me vi reflejado en la profundidad de sus hermosos ojos.
– Recordá que es nuestro deber: reconocer, aceptar y perdonar a cada uno de los 15 hasta completar la figura con tu propio ser. Ahora me voy – y sumó:
– Y lo más importante, no te olvides de agradecerte por todos tus logros y virtudes con las cuáles has enfrentado tu vida, reconociendo y aceptando también todos tus errores para que así, puedan ser perdonados. Y repetí el mismo ejercicio con tus padres y los padres de estos, entendiendo que, cada uno actuó en función de sus posibilidades, intentando hacer lo mejor que pudo. Al hacerlo, desprendete de todos tus juicios y preconceptos, con esto lograrás cortar cualquier cadena que te mantenga atado emocionalmente.
Tuve miedo de abrir mis ojos y dejar atrás esa hermosa sensación de paz que me produjo el fuerte abrazo de mi papá, no lo vi más, pero lo sentí más cerca que nunca.
Ahora pienso en ello y me perdono, sobre todo eso, me perdono y entiendo porque la vida me ha enviado a tantos puntos distintos en diferentes momentos, lo acepto y lo agradezco.
Y a vos te digo, no importa el tipo de relación que tengás o hayás tenido con tus padres, ni siquiera importa si tuviste alguna. Porque hay algo más importante que con certeza ocurre, estamos hechos de sus partes.

Deja un comentario